Las manos transpiran y uno se siente en un estado de alerta insoportable, como si acabara de ver una explosión o algo terrible, siente dificultad para respirar, molestias abdominales, sensación de asfixia, sensación de estar fuera de sí, miedo a morir súbitamente. Sin embargo, allá afuera pero no pasa nada. No hay explosiones ni nada extremo que nos obligue a estar en un estado de alerta: Todo parece tranquilo. ¿Qué pasa? ¿A qué se debe esta sensación de miedo que parece invadirnos repentinamente, sin previo aviso, y de esta manera tan violenta, haciéndonos sentir terriblemente mal? Si, se trata de un ataque de pánico.
Los ataques de pánico son períodos en los cuales un individuo siente bruscamente una sensación de miedo, pánico y ansiedad que no puede controlar. Los síntomas son los que describimos anteriormente:
- mareos
- dolores en el pecho
- dolor en el abdomen
- dificultad para respirar
- asfixia
- sudoración excesiva
- taquicardia
- entre otros.
Los ataques de pánico son realmente más comunes de lo que pensamos: si preguntamos entre nuestros familiares, seguramente alguien lo sufrió alguna vez. Estos hechos pueden presentarse en un momento puntual de la vida de un individuo, o repetirse varias veces a lo largo de un período de su vida.
¿A qué se deben?
ataquedepanico
Muchas veces, los ataques de pánico se relacionan con situaciones sentimentales que puede sufrir una persona y que tienen que ver con cuestiones que no pueden controlar. Una ruptura, perder el trabajo, el miedo al fracaso, afrontar una pérdida, el miedo a independizarse cuando uno es joven; pueden desencadenar estos cuadros. Otras veces, experiencias traumáticas vividas en la infancia también pueden contribuir a estos ataques.
Algunos medicamentos pueden producir cuadros de ataques de pánico, como así también las fobias, como el miedo a las alturas, al agua o a los lugares encerrados. Otro causante también son ciertas enfermedades relacionadas con trastornos biológicos, como el hipotiroidismo o desórdenes obsesivos compulsivos. Los síntomas de abstinencia y la sobreexposición a ciertas sustancias, como la nicotina, la marihuana o la cafeína también pueden desencadenarlos, entre otros factores.
Lo bueno es que estos ataques pueden controlarse, y claro, superarse.
¿Sabes como?
En primer lugar, es altamente recomendable que busques ayuda psicológica. En muchos países no es común hacer este tipo de terapias, aunque está comprobado que ayudan muchísimo a la hora de tratar los ataques de ansiedad, ya que le permite a los pacientes aprender sobre sus propios miedos y saber identificarlos.
En el momento que uno tiene un ataque de pánico, es importante saber reconocerlo y repetirse a uno mismo que es sólo un momento y que ya pasará. Esto es para intentar calmarse y saber que el miedo se debe a un cuadro puntual, que ciertamente no le causará la muerte ni nada grave.
Es bueno intentar distraerse en cosas externas, como mantener la vista fija en algún objeto lejano o leer un cartel: ayuda a recobrar el equilibrio.
Aprender a controlar la respiración: respirar pausadamente y siguiendo un ritmo que imponga un estado de relajación suave.
No consumir sustancias que exciten el sistema nervioso, como la cafeína y la nicotina.
Aprender sobre los ataques de pánico para identificarlos y perderles el miedo.
Hacer terapias de exposición: de forma pausada y supervisada por un profesional, esta terapia consiste en exponerse a aquellas cosas que nos dan fobia para de a poco perderles el miedo.
Chequeos generales: pruebas médicas para averiguar si los ataques de pánico se deben a una cuestión orgánica, como una enfermedad o un desorden hormonal.
No sentirse un loco o desequilibrado o tener sentimientos constantes de depresión o sentirnos menos por tener estos cuadros de ansiedad.
Mantener una vida activa, hacer ejercicio y tener rutinas regulares de sueño.
Aprender técnicas de relajación que podrán servir como herramientas para controlar el miedo ante un ataque de pánico.